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Oscuridad pétrea en el reino del paraíso perdido

Escrito por el octubre 28, 2022

No ponía la mano en el fuego de que este concierto fuera a celebrarse a pesar de haber solicitado la acreditación correspondiente una semana antes, habida cuenta de los precedentes en los últimos meses con una considerable cantidad de conciertos y giras canceladas, especialmente en Bilbao. A eso había que sumar la celebración del evento un lunes, con todo lo que ello supone (jornada laboral, comienzo temprano, desgana), y una semana previa con un festivo intersemanal que, unido al fin de semana, para muchas personas sirvió de excusa perfecta para tomarse unas minivacaciones. La cada vez más caótica situación económica tampoco ayuda a la venta de entradas ya que, como bien se sabe, la cultura suele ser el eslabón más débil de las finanzas domésticas y el primer gasto del que se suele prescindir en favor de otros más necesarios.

Obsidian Kingdom.

Fuera como fuese, lo cierto es que tanto Paradise Lost como Obsidian Kingdom acudieron a la cita de la sala Santana 27 de Bolueta para presentar, con más demora de la que hubiesen deseado, sus respectivos últimos trabajos. Y es que ambos datan del fatídico año 2020 en el que, aunque la Tierra siguió girando, la actividad de la práctica totalidad de los habitantes del planeta azul fue paralizada durante unos meses para retomarla muy lentamente. En el caso del quinteto de Halifax la publicación de “Obsidian” se realizó el 15 de mayo, es decir, en pleno confinamiento, por lo que las perspectivas de un inmediato retorno de la inversión a través de una gira europea y/o mundial fueron diluyéndose con cada una de las diferentes medidas que adoptaban las autoridades y organismos “competentes”.

La ecléctica banda de Barcelona formada en 2005, por su parte, publicó su tercer trabajo de estudio “Meat Machine” el 25 de septiembre. Es cierto que se encontró condiciones menos restrictivas que al comienzo de la crisis sanitaria y que fue parte del festival AMFest de Barcelona a finales de 2020, y que incluso en otoño del pasado año pudo realizar varias fechas en la península ibérica (España y Portugal). Pero no es lo mismo.

Obsidian Kingdom.

Obsidian Kingdom

Con los condicionantes que comentaba al principio sobre el día la actuación de Obsidian Kingdom comenzó poco después de la hora fijada, las 19:45 h. En un recital que le llevaría a repasar en apenas cuarenta y cinco minutos diez temas de su catálogo, sería su álbum debut “Mantiis” (16/11/2012) el que llevaría el peso de la actuación con hasta seis cortes interpretados. En el lado opuesto se encontraría “A year with no summer” (11/03/2016) con solo un corte (“Black swan”) en el set list. El combo, eso sí, inició la “velada” con “Meat star”, uno de los temas de su último plástico.

Y ya desde los primeros acordes quedó claro a qué nos íbamos a enfrentar los alrededor de tres centenares de personas allí presentes: oscuridad y contundencia. Una oscuridad reflejada en el sonido, a través de una amalgama de estilos que desembocan en una suerte de metal experimental que la banda catalana ejecuta a la perfección, pero también en el aspecto visual. Y es que cada vez son más los grupos deciden “apagar” su espectáculo (especialmente entre aquellas que se mueven es estilos más extremos), omitiendo los focos frontales que iluminan a los músicos y dificultando, de esta manera, no solo la labor de los reporteros gráficos sino la correcta visualización del concierto desde cualquier punto de la sala. Ojo, que donde manda patrón no manda marinero, y aquí nos limitamos a dejar constancia de ello. Eso sí, mencionar también que a ambos lados de la batería había cinco barras verticales de luz con alrededor de un metro de separación entre ellas que destacaban entre la penumbra imperante.

Obsidian Kingdom.

Sin apenas interactuación con el público ya que para los teloneros el tiempo apremia, se fueron sucediendo temas como “Last of the light”, “Mr.Pan”, “Haunts of the underworld”, “Endless wall”, “Fingers in anguish”, “Ball-room” o “Cinnamon balls” (con intro hablada y lanzada en inglés), todos excepto el segundo de esta lista incluidos en “Mantiis”, para posteriormente interpretar el ya referido “Black swan” y, tras dar las gracias en euskera, terminar por todo lo alto con “The pump”, uno de los cortes más destacados de “Meat machine”.

Obsidian Kingdom ofreció un buen concierto, pesado, contundente y variado, en el sentido de todos los estilos de los que se nutren para crear sus canciones, y que van desde el rock progresivo hasta la música electrónica (en 2013 reeditaron los siete temas de su álbum debut remezclándolos a través del prisma de estilos relacionados con la música electrónica como Abstract Hip-hop, Ambient, Breakcore, Idm o Dubstep), pasando por el black metal o el post-metal, entre otros.

Obsidian Kingdom.

Paradise Lost

Bilbao es una plaza que Paradise Lost no suele dejar fuera de sus giras. Así se presentó hace exactamente cinco años (25/10/2017) también en la sala Santana 27 para mostrar los nuevos temas incluidos en “Medusa” (01/09/2017), e hizo lo propio el 7 de noviembre de 2015 para mostrarnos “The Plague within” (01/06/2015) en la sala Stage Live, por remontarnos a las dos últimas visitas. El de la capital vizcaína fue, además, el primero de los cuatro conciertos que el combo inglés realizó en el estado, antes de visitar Barcelona, Murcia y Madrid.

La banda británica, otrora pionera del death doom y actualmente referente absoluto del metal gótico, regresaba a Bilbao para presentar su decimosexta referencia de estudio cuyo título, “Obsidian”, coincide parcialmente con el de la banda que les precedió en el escenario, quizás por aquello de que las casualidades no existen y de que las piedras y minerales tienen unas propiedades muy particulares, (la obsidiana es una roca volcánica catalogada como mineraloide, generalmente de color oscuro, duro y quebradizo y que al fracturar, tiene bordes muy afilados).

Aaron Aedy.

La cuestión es que tan sobrios como suelen, los integrantes del quinteto inglés salieron entre la oscuridad con la puntualidad que se les presupone por su nacionalidad y los melancólicos acordes de “Enchantment”, uno de los temas fetiche de su más que recordado “Draconian Times” (12/06/1995). Perfecto para abrir fuego, desde luego. Con Nick Holmes y Steve Edmonson huyendo de los focos cual Drácula de la luz diurna (situación que se prolongaría durante todo el concierto), eran los guitarristas Greg Mackintosh y Aaron Aedy los que daban algo más de juego mientras descargaban con “Forsaken”, el primero de los 5 cortes que dedicarían del nuevo disco. Curioso, por cierto, ver a Edmonson con un bajo de cinco cuerdas y a Mackintosh con una guitarra de siete.

Está claro que Paradise Lost no es la alegría de la huerta y que el bueno de Holmes parece que nos hace un favor cuando presenta cada tema mencionando únicamente el título, pero el público se lo estaba pasando bien, porque estos británicos todo lo que tienen de serios lo tienen de profesionales. El sonido era alto, limpio y contundente y oye, a los fotógrafos les puede molestar que no haya luz, pero es posible que sea la ambientación perfecta para esta música.

Greg Mackintosh.

“Blood and chaos” (“Medusa”), “Faith divides us – Death unites us” (del álbum homónimo de 2012) y dos himnos imperecederos de sus primeros años como “Eternal” (“Gothic”, 1991) y “One second” (“One second”, 1997) finiquitaron el primer tercio del concierto, al ritmo del headbanging de Mackintosh y las sonrisas cómplices de Aedy con el respetable.

Por cierto, además de los cuatro músicos mencionados hasta ahora, todo ellos miembros fundadores e ininterrumpidos, la novedad estaba detrás de los parches. El italiano Guido Montanarini (Strigoi, The Secret) se hizo con las baquetas de Paradise Lost hace apenas un mes y medio tras el anuncio de Waltteri Väyrynen de abandonar la formación tras más de seis años (dos días después conocimos su incorporación a Opeth).

Nick Holmes.

Montanarini no desentonó para nada y el único debe que se le puede achacar es que los roadies que montan la pantalla de metacrilato que separa su set del resto de músicos no le pasen algún trapo para limpiar las marcas de las manos. Bueno, qué queréis, eso es lo que muestran los focos traseros.

“Serenity” (“Obsidian”) y “The enemy” (“In requiem”, 2007) precedieron al, probablemente único momento en el que Nick Holmes se concedió salirse del guion. Unos problemas técnicos de Montanarini que retrasaron durante bastantes segundos la ejecución de otro clásico como “As I die” (“Shades of God”, 1992) dieron pie a que el vocalista comunicase al público “Ghost in the machine” con una patente flema inglesa.

Steve Edmonson.

Bien es sabido que los conciertos de Paradise Lost no destacan por su extensión, así que tras “The devil embraced” (“Obsidian”) y la aclamadísima “The last time” (sí, claro, del “Draconian Times”) empezábamos a vislumbra que nos quedaría mucho más, a pesar de estar disfrutando de lo lindo.

“No hope insight” (“The plague within”, 2015) con un gutural hacia la mitad que llamó la atención de un servidor dio paso a “Say just words” (“One second”, 1997), recibida con palmas y cuyo estribillo el público coreó al unísono. Con el final de este tema se llegó a la hora exacta de actuación y como si de Cenicienta se tratase, los cinco componentes de la banda desaparecieron entre bastidores.

Greg Mackintosh.

Tras los preceptivos minutos de descanso amenizados por tímidos gritos y silbidos que buscaban el regreso de la banda al escenario, una pista acústica lanzada se inmiscuyó entre el silencio con la figura de Holmes en la oscuridad. Dos minutos después, con todos los músicos de nuevo de vuelta, “Darker thoughts” (“Obsidian”) estallaba con la voz gutural y toda la potencia de los instrumentos.

Otro clasicazo con el que empezaron a forjar su leyenda como “Embers fire” (“Icon”, 1993) dio paso a “Ghosts” (“Obsidian”). Y así, sin avisar y con un tema del último disco, terminó el concierto dejándonos un poco descolocados con ese abrupto final. ¿Así que sabes qué? Que yo también lo dejo aquí, no sin antes decir que nos hacen falta más bandas como Paradise Lost en todos los sentidos. Menos con lo de la iluminación, aunque sea durante las tres primeras canciones.

Público disfrutando con Paradise Lost en Santana 27.